Ese pique que mancha nuestra Semana Santa,
ese que hace que no creyentes critiquen más nuestra Semana Santa,
ese pique que nosotros mismos creamos.
Esa comparaciones que hacemos,
cuando cada paso es único e inigualable,
cada hermandad tiene su sello propio y característico,
ese sello, el cual los hermanos de cada hermandad siempre llevan por bandera.
No nos hagamos fanáticos de un estilo,
un caminar, una flor o una ranchera,
ya que el fanatismo nunca es bueno.
Mejor hagámonos fanáticos de Cristo y su bendita madre, la Virgen María.
Ya ande de costero a costero,
que de un izquierdo,
que camine con paso firme y sereno...
Ya meza los varales o la levanten al mismo cielo,
no olvidemos nunca que solo existe una madre y un padre.
Cristina Flores Rodríguez
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